incrédulo Tomás se encontraba con los otros discípulos en el aposento alto de Jerusalén, cuando Jesús apareció. Éste invitó a Tomás a que palpara sus heridas y, sobrecogido de admiración, Tomás exclamó: ‘¡Mi Señor y mi Dios!’ (Juan 20:28). Jesús aceptó esa designación: censuró a Tomás a causa de su incredulidad, pero no por haberlo adorado. La pretensión de deidad que el Señor hizo indirectamente fue tan rotunda como la que hizo directamente. Las alcances de su ministerio
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